lunes, 28 de noviembre de 2011

La adicción a la nicotina

La adicción a la nicotina

La nicotina, uno de los ingredientes principales del tabaco, es un poderoso estimulante. Al cabo de unos segundos de inhalar una bocanada de humo, el fumador recibe una gran dosis de este componente en su cerebro. Esto hace que las glándulas viertan en la sangre adrenalina, sustancia que acelera el ritmo cardíaco y aumenta la presión sanguínea, además de favorecer una sensación de relajación y bienestar.

Debido a su acción, la nicotina está considerada como una sustancia más adictiva que otras drogas ilegales. Sin embargo, no se considera dentro de dicha categoría.

El síndrome de abstinencia a la nicotina suele comenzar entre las 12 y las 24 horas posteriores al abandono del tabaco. Se hace muy intenso durante el primer mes y a partir de la sexta o séptima semana los síntomas comienzan a disminuir hasta desaparecer casi por completo a las 12 semanas.

Entro los síntomas más comunes se encuentran: deseo incontrolable de fumar, tensión, irritabilidad, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, somnolencia y problemas para dormir, aumento del apetito y aumento del peso corporal. También puede presentarse, aunque más leve, en quienes cambian la marca de cigarros que fuman habitualmente por unos con menor cantidad de nicotina.

La mejor manera de cuidar nuestra salud es dejando de fumar, quienes lo hacen, o no tomar el vicio si es que ya no se es adicto.

Dejar de fumar es la medida más efectiva para reducir el riesgo cardiovascular en general, pero especialmente en las personas hipertensas reduce más del 50% las complicaciones futuras. Ningún otro tratamiento alcanza ese efecto.

Según estadísticas presentadas por profesores de la prestigiosa Universidad de Oxford, el consumo de cigarros causa el 20% de las muertes de los hombres y el 5% de las mujeres. El dúo tabaquismo-hipertensión es un factor de riesgo para al menos 35 enfermedades, entre las cuales se encuentran la diabetes, la insuficiencia renal, el síndrome metabólico y las patologías cardiovasculares. La causa es el humo del tabaco, responsable del daño arterial a través de las sustancias tóxicas que contiene.

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