La miastenia gravis es una enfermedad neuromuscular que provoca pérdida de fuerza y cansancio profundo, síntomas que empeoran con el correr de las horas o después del ejercicio. Su causa es autoinmune y se produce porque el sistema inmunológico, encargado de defendernos de infecciones y otras agresiones tiene una confusión y cree que ciertos marcadores del músculo son extraños al organismo, y terminan atacándolo.
Afecta principalmente a la mujer, entre los 20 y 30 años, y en el hombre entre los 50 y 60 años, aunque es poco frecuente, puede aparecer en niños o adolescentes.
La enfermedad puede confundirse con fibromialgia, lupus o artritis reumatoidea, e incluso estar asociada a alguna de ellas, lo que complejiza el diagnóstico. Además, en algunas personas, el agotamiento físico y la debilidad tienen períodos más intensos que otros, lo que desorienta a los médicos. También es posible que no presenten los síntomas típicos como la caída de los párpados o las dificultades visuales.
En la miastenia gravis la debilidad de los grupos musculares oculares sucede en el 90 por ciento de los casos, y puede generar dificultad para masticar y pérdida de la expresión facial.
El tratamiento básico es farmacológico y psicológico, se indica una droga llamada Bromuro de piridostigmina que ayuda a mejorar la condición. A veces hay que sumar corticoides e inmunosupresores, todo depende del estadio de la enfermedad.
La terapia psicológica es clave porque se trata de una enfermedad crónica, por lo tanto, un seguimiento adecuado, la responsabilidad del paciente y el apoyo familiar permiten en la mayoría de los casos que vivir con miastenia gravis no sea una tragedia, sino algo que hay aprender a sobrellevar.
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