Al estar irrigados de sangre, los ojos también tienen un nivel de presión constante que debe mantenerse en medidas adecuadas para que no se desarrollen problemas oftalmológicos. Cuando la presión de estos órganos excede la media puede producirse un caso de hipertensión ocular. En esta situación la presión interna en los ojos puede llevar a una predisposición más o menos elevada a desarrollar glaucoma. Vale destacar que existen varias diferencias entre un caso de hipertensión ocular y uno de glaucoma. Mientras que en los casos de glaucoma hay pérdida de visión y un daño directo sobre el nervio óptico, en los casos de hipertensión ocular no hay un daño orgánico.
Las principales causas de hipertensión ocular están asociadas a la transmisión genética y a la edad de los pacientes. Esta condición aparece con una mayor frecuencia en personas mayores de 40 años. Por otra parte, la hipertensión ocular parece ser un poco más frecuente en personas de piel oscura. Hay dos grupos que pueden estar asociados al desarrollo de esta enfermedad: las personas que padecen de diabetes y aquellos que tienen niveles altos de miopía.
En los casos de hipertensión ocular no se manifiestan síntomas de ningún tipo. La única manera que existe de diagnosticar esta condición es efectuando un examen médico. El médico oftalmólogo debe realizar un monitoreo de la presión ocular para determinar si esta es suficiente o excesiva, para evaluar los riesgos de daño al nervio óptico.
En general la hipertensión ocular no suele tener tratamiento. La hipertensión ocular es uno de los problemas oftalmológicos que pueden requerir de un monitoreo más o menos periódico. Algunos especialistas, sin embargo, recomiendan la administración de gotas para disminuir la presión intraocular. Los medicamentos que se usan en estos casos son bastante similares a los que se emplean para combatir el glaucoma.
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